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[one][notification type=”default”]El siguiente testimonio lo brinda el Padre Rafael Ramírez, párroco de Santo Tomás de Aquino, Independencia.[/notification][/one]

P-Ramirez-webSoy sacerdote diocesano de la Arquidiócesis de Santiago de Chile, Párroco de Santo Tomás de Aquino y Capellán de Gendarmería de Chile en el Penal Colina 2, con 31 años de sacerdocio.

Siendo Seminarista y luego sacerdote tuve inquietud por la Adoración Eucarística. Incluso promovía en la Parroquia la adoración los días jueves antes de la Eucaristía.

Regalo materno de alcance insospechado

El año 2013 mi Madre, que vive aún y tiene 94 años, me regaló un librito sobre la Adoración Eucarística perpetua en las Parroquias: “El poder de la Eucaristía”, 30 cartas de Monseñor Ramírez, Vicario General de Manila (Filipinas) a un joven sacerdote.

La lectura del libro despertó en mí el deseo de tener una Capilla de Adoración perpetua en mi Parroquia.

Me dije: ¿cómo el Señor no va a querer que tenga adoración perpetua en mi Parroquia? Tiene que quererlo!

Le dije al Señor que me pondría en camino hacia esa meta. Si todo se daba bien era signo que estaba en el plan de Dios. Lo primero que hice fue comprar una pequeña custodia y empecé a hacer una hora de adoración diaria en mi oratorio privado.

En esos días escuché por radio María una carta de la Beata Teresa de Calcuta a un Obispo en que le decía que hoy no basta que un sacerdote celebre Misa diaria y rece la liturgia de las Horas; es necesario que haga una hora diaria de adoración, de otra forma se está muy expuesto a nuestros tres enemigos principales: el mundo, la carne y el demonio.

Una vez que di inicio a la adoración diaria, todo se fue dando. El Señor abrió puertas y hoy tenemos una capilla de adoración perpetua, que bendijo el Cardenal Ricardo Ezzati el 8 de Septiembre de 2013.

Llevamos un año de adoración sin parar, día y noche, con alrededor de 300 adoradores. La Comunidad Parroquial se ha fortalecido enormemente y mi sacerdocio se ha llenado de Gracias y de la acción del Espíritu Santo.

¡Alabado sea el Señor!