Por María Teresa Lepe y José Luis Garrido

Comencé sola, me inscribí de inmediato en un turno el día Domingo toda la noche hasta las 6 de la mañana del lunes. Con la Gracia de Dios, mi esposo se entusiasmó y comenzó a acompañarme. Hemos sido perseverantes, más que por “responsabilidad”, por “Amor”. Amor a aquel que todo me lo ha dado; amor a aquel que se ha dado todo por todos.

Desde el 2019, y con motivo de los problemas que se suscitaron en el país, decidimos ofrecer otra noche de Adoración al Señor, para orar por la Paz en Chile. Es así que comenzamos a ir también los Viernes en la noche hasta las 5 de la mañana del día sábado. Ha sido maravilloso. No existe ni el cansancio ni la incomodidad, aunque algunas veces nuestros organismos no resisten estar despiertos toda la noche.

Ansiosos por ir a nuestro turno ambos días, preparamos nuestras cositas: libros de oración, Rosario, cojines y mantas, para disfrutar de la compañía de nuestro Señor, para entrar en el silencio y diálogo con Él.

A través de los años, hemos aprendido a confiar plenamente en su providencia, a ser agradecidos, a tener paciencia, a practicar la caridad, a intentar ser cada día un poquito más humildes, a no juzgar a mi próximo con tanta facilidad y dureza. En nuestra relación de pareja hemos adquirido la tolerancia, el respeto, el perdón. Aprendimos a querernos y a valorarnos tal cual somos.

Nuestros hijos han ido conociendo a Dios por medio nuestro, al igual que nuestros vecinos y amigos, ya que nos preguntan dónde vamos y qué hacemos, y nosotros felices les contamos esta experiencia de amor con el Señor.

Tenemos con mi esposo, un matrimonio feliz. Vivimos de lo poco, pero también de lo mucho, que es estar a los pies del Santísimo en cada Adoración.