[notification type=”default”]Monseñor Felipe Bacarreza no sólo es el obispo de Los Ángeles, Región del Biobío, sino también delegado de la Conferencia Episcopal de Chile para los Congresos Eucarísticos Internacionales. En cuanto tal, asistió al reciente Congreso Eucarístico celebrado en Cebú, Filipinas, y de esta experiencia preparó un artículo publicado en la revista diocesana “Surcos” (Marzo 2016), de donde tomamos la siguiente versión resumida:[/notification]
Los Congresos Eucarísticos Internacionales son el evento eclesial de más importancia que celebra la Iglesia Católica. En efecto, se trata de convocar en torno a la Eucaristía, el “misterio de la fe”, a representantes de todo el mundo. De esta manera, se hace una manifestación pública universal de fe en la presencia real de Cristo resucitado en la Eucaristía.
Este fue el Congreso Eucarístico Internacional (CEI) número 51; se celebró en Cebú, Filipinas, del 25 al 31 de enero de 2016. La elección del lugar la comunica el Santo Padre en la clausura del Congreso anterior (en este caso, el 50º CEI realizado en Dublín, Irlanda, del 10 al 17 de junio de 2012).
¿Por qué en Cebú?
Filipinas es el único país católico de Asia y de todo el Oriente, y los filipinos sienten muy viva la responsabilidad de mantener en Asia la fe de Cristo y de difundir el Evangelio en ese Continente. La Iglesia en Filipinas se está preparando para celebrar el 5º centenario de la llegada del Evangelio a las islas, que será en el año 2021. El Congreso Eucarístico Internacional nº 51 fue un evento central en esa preparación. La Arquidiócesis de Cebú fue elegida como lugar de dicho Congreso, porque allí llegó el Evangelio y desde allí se difundió a todas las islas Filipinas.
El Congreso se abrió con la celebración de la Eucaristía, presidida por el Legado Pontificio, Cardenal Maung Bo, Arzobispo de Yangon, Myanmar, el domingo 24 de enero a las 16 horas en la Plaza Independencia. Monseñor Bo fue creado cardenal por el Papa Francisco en el Consistorio del 14 de febrero de 2015.
Durante los días del Congreso, el programa consistió en oración, catequesis y testimonios. Los expositores hablaban en inglés, pero había audífonos para escuchar en diversas lenguas: tagalo, cebuano, chino, castellano, francés.
Procesión con el Santísimo Sacramento

La Eucaristía se celebraba todos los días a las 12 horas en el mismo auditorio. El primer día la presidió Mons. Piero Marini, Presidente del Comité Pontificio para los CEI; en adelante la presidió un Cardenal distinto cada día, con quien concelebraron todos los Obispos y sacerdotes. Servían como acólitos los alumnos de los diversos Seminarios Mayores de las Filipinas y era solemnizada por excelentes coros. Es muy impresionante la seriedad con que participan todos en la Eucaristía.
El viernes en la tarde se celebró la misa en el edificio del Capitolio de la ciudad de Cebú y desde allí el Santísimo Sacramento se llevó en procesión hasta la Plaza Independencia. La procesión duró más de dos horas. Participaron un millón y medio de personas, todas llevando cirios en las manos. Era un espectáculo impactante. Parecía que en la ciudad nadie faltó a esta cita con la Eucaristía; nadie quería excluirse de hacer homenaje al Santísimo Sacramento, que iba en un móvil especial. Lo más llamativo es que todos, hasta las personas más sencillas, parecen entender lo que significa la presencia real de Cristo y actúan con la reverencia debida. La grandes tiendas estaban adornadas con motivos eucarísticos y al paso del Santísimo recitaban oraciones por altoparlantes y cantos en su honor.
Impresiones personales
En el Congreso participaron delegaciones provenientes de más de 100 países. De Chile yo era el único participante. Ciertamente, era yo el que provenía del lugar más lejano de la tierra. Chile está exactamente en las antípodas de Filipinas. De hecho, la diferencia horaria es de 12 horas. Considerando Cardenales y Obispos debemos haber sido unos 500, la mayoría de Asia y África. Desgraciadamente, hubo muy pocos Obispos de Europa y América. Habría sido bueno que los Obispos de Europa –Alemania, Francia, Holanda, Bélgica, Inglaterra, España– hubieran visto la fe del pueblo filipino y de los católicos de Asia. De América Latina hubo un Obispo de Bolivia, uno de Perú, uno de México, dos o tres de los países de América Central y ¡nada más! Es una pena que no haya habido nadie de Brasil, Colombia, Argentina, ¡ninguna presencia del CELAM! Personalmente, desde que volví de esa experiencia es inevitable que piense en el pueblo de filipinas y de Asia en general cuando en la celebración de la Eucaristía pido al Señor: “No tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia”. Allá se siente la fe de la Iglesia.

Me llamó la atención que, tratándose de la Eucaristía, no haya salido en ningún momento el tema de la Comunión a los divorciados vueltos a casar, que acapara, en cambio, la atención en Europa y América. Queda en evidencia que ese tema no surge cuando la fe en la Eucaristía es viva, cuando se entiende que para todos es una gracia inmerecida y que ante este misterio nadie puede reivindicar un derecho, menos aun los que viven en una situación que contradice la Ley de Dios. Cuando la fe en la Eucaristía es viva y se ha recibido una catequesis adecuada sobre ella no hay ambiente para ese tema.
En varios momentos durante el Congreso visité la Capilla donde estaba expuesto el Santísimo. Venían a menudo cursos enteros de Colegios a hacer oración. Me llamó la atención la actitud de esos niños, adolescentes y jóvenes ante el Santísimo: todos se arrodillaban espontáneamente en actitud de adoración, sabían las oraciones de alabanza y los himnos eucarísticos. Y eran alumnos ¡de Colegios públicos! No pude dejar de comparar con nuestra juventud chilena y lamentar la ignorancia e indiferencia de los jóvenes de nuestro país en relación a la Eucaristía. Hemos perdido muchos años de catequesis.
En la ciudad se ve pobreza, niños que piden limosna en las calles, pero nunca se ve amargura ni arrogancia. Es un pueblo alegre. Por las calles, por todos lados, se siente el afecto del pueblo, de la gente sencilla, por los sacerdotes. Todos saludan cordialmente. En los lugares de celebración quieren tomar la mano del sacerdote y ponerla en su frente. Me preguntaba de dónde procede ese afecto. Llegué a la conclusión de que se funda en la fe del pueblo en la Eucaristía y en su amor a ese misterio.
El pueblo filipino es un pueblo muy cordial, no vi en esos días ningún mal gesto, ninguna expresión de ira o de molestia, ninguna prepotencia de nadie. Es algo que nosotros en nuestra patria hemos perdido junto con la pérdida de la fe popular. Se verifica que la fe cristiana es causa de verdadera alegría, porque nos libera de las pasiones del egoísmo, individualismo, ambición, ira e infunde en el corazón la bondad y el amor fraterno. El pueblo filipino me hizo recordar cómo era nuestra patria hace 50 años.
Por último, debo decir que es una pena y también signo de una deficiente catequesis que en nuestro país haya tan poca conciencia de los Congresos Eucarísticos Internacionales. Los fieles en general no saben dónde se celebran ni cuándo y no se unen a ellos en los días en que transcurren, como debería ser. Cuando tiene lugar un Congreso Eucarístico Internacional toda la atención de la Iglesia debería concentrarse en ese punto, toda la Iglesia debería estar en comunión.
Algo no anda bien, cuando vemos que se concede mucho más importancia a las Jornadas Mundiales de la Juventud. No hay duda de que éstas son importantes; pero el Congreso Eucarístico convoca a todo el pueblo de Dios en torno al misterio central de nuestra fe: Jesucristo mismo, verdadero Dios y verdadero hombre. Hay algo que no compagina entre lo que enseña la Iglesia sobre la Eucaristía y la importancia que se da a este evento eucarístico internacional.
+ Felipe Bacarreza Rodríguez, Obispo de Los Ángeles
Fuente: “Surcos”, revista diocesana de Los Ángeles, edición Marzo 2016.