Domingo de Pascua, 3/4/1994
Monseñor Andrade fue el principal celebrante de nuestra Misa de Pascua. Estuvo magnífico en su sermón. Su inteligencia armoniza con su humildad y piedad. Su doctorado se basó en la historia de la elevación de la Sagrada Hostia.
Esa noche, monseñor Andrade usó en la misa una estola de la Divina Misericordia. Hay una gran conexión entre la Divina Misericordia y la Resurrección. Jesús pidió que la fiesta de la Divina Misericordia se celebrara el segundo domingo de Pascua.
Es aquí donde tenemos la culminación de la historia de Salvación; la Divina Misericordia que está Eucarísticamente unida al domingo de Pascua, es la Resurrección. Esto es porque el acto final, la acción más grande de la misericordia de Dios será la manifestación de su gloria en el Santísimo Sacramento.
Ahora Él está escondido en el Santísimo Sacramento, pero un día manifestará su gloria y todas las naciones y toda la gente la verá. Esto no será su segunda venida. Su segunda venida será como la salida del sol. Lo que quiero decir es que la revelación de su gloria Eucarística se asemejará a los primeros destellos del alba.
La luz de su gloria será su amor y misericordia. Estos son los rayos que Sor Faustina vio que irradiaban del Santísimo Sacramento: los blancos representan su Amor divino, mientras que los rojos representan su divina Misericordia. Estos son los rayos que toda la humanidad verá un día.
Así como Saulo fue convertido, “de repente lo rodeó una luz”, así también en el mundo entero se convertirá por la luz gloriosa que irradia del Santísimo Sacramento. Esto es lo que San Pedro llama la llegada del “día grande del Señor. Y todo el que invoque el nombre del Señor se salvará” (Hch 2,21).
La visión más notable de Sor Faustina ocurrió ante el Santísimo Sacramento. En cada Hora Santa que uno pasa en Adoración, el Corazón Eucarístico de Jesús irradia rayos que rodean al mundo entero. Todo hombre, mujer y niño experimenta un nuevo efecto del amor y de la misericordia de Dios por cada Hora Santa de oración ante el Santísimo Sacramento.
Y esto es exactamente lo que el Señor le dijo a Santa Gertrudis. Una Hora Santa conmueve tanto su Corazón que cada persona experimenta un nuevo efecto de su bondad en una explosión de gratitud divina.
Una capilla de adoración perpetua es como una central eléctrica de oración que envía gracias que benefician a toda la humanidad. El efecto e influencia de una sola Hora Santa es de mayor trascendencia para el bien de la humanidad que el extenso daño causado por explosiones o erupciones volcánicas.
De nosotros depende, querido amigo, decirle a la gente dónde está nuestro Salvador resucitado. ¡El Santísimo Sacramento es Nuestro Salvador resucitado con todo el poder de su amor y su misericordia derramándose sobre aquellos que se acercan a su presencia! Ahí es hacia donde debemos llevar a todos, ya que en cad a Hora Santa adelantará el día en que la luz de su amora y misericordia brillará y así como Él, su pueblo resucitará.