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tuvo una experiencia única en su primera adoración: “Miré al altar, donde todos miraban. No vi pan. Lo que yo veía era una imagen del rostro de Cristo que sangraba de una manera terrible. Era una imagen fija, y en negativo, un negativo fotográfico”.

Serge Maury contó su testimonio en las Primeras Jornadas de Pastoral de Toledo.

Nació en 1954 en Francia, en un hogar con mucha violencia. Dejó su familia y su ciudad a los 15 años para servir como militar en la Marina Nacional. Descubrió que allí había incluso más violencia que la que dejaba atrás.

“La mitad del personal de Marina venía de los correccionales o directamente eran expresidiarios. En aquel dormitorio enorme de 60 personas descubrías que el que sobrevivía era el más duro. Y en ese ambiente fui creciendo. Fui técnico de portaaviones, atendía temas ligados con los aviones en el barco. Pasé 20 años en la Marina y vi que el 85% de mis amigos se divorciaba”.

El mismo Serge se casó con una chica en Marsella, lo hicieron por la iglesia, de forma rutinaria. Tuvieron 3 hijos, y tiempo después se divorciaron.

Dejé a mi mujer y el ejército y emigré a una zona costera canadiense, con un 30% de población francófona. Me saqué una novia canadiense y abrimos un restaurante, pero este negocio fracasó porque yo usaba criterios franceses y los clientes allí eran muy distintos”.

Por ese entonces Serge era consciente de tener dos problemas serios. “Por un lado, llevaba 15 años con problemas con el alcohol. Por otro, vi que no era capaz de conservar una mujer mucho tiempo. Dejé a mi pareja canadiense y me fui con otra mujer”.

El ingeniero casto

“Una vez estaba comiendo con un ingeniero de 35 años, y hablamos de cosas de religión. Yo había hecho la primera comunión de niño y luego ya no hice nada religioso. Y aquel hombre me dijo que era católico practicante y que nunca se había acostado con una mujer, y que no pensaba hacerlo con ninguna hasta que conociese a la mujer que Dios quería para él, la que sería su esposa. Me parecía incomprensible”.

Serge se lo comentaba a otros amigos, con tono burlón: “Fíjate, ingeniero, 35 años, deportista, ¡y sin novia! ¡No lo quiere hacer!”

Una voz en la noche

Y esa noche sucedió algo. “Estando sólo, en mi habitación, oí una voz. Aunque estaba solo, una voz me decía al oído: “¿Quién eres tú para burlarte? ¿Cómo puedes compararte con ese hombre que domina su sexualidad?” Y no pude dormir. Pasé varias noches inquieto. No podía dormir y experimenté una depresión. Incluso fui al psicólogo”.

Pero la voz proseguía por las noches: “¿Quién eres tú, Serge? ¿Qué has hecho en tu vida sino sembrar desesperación?”, le decía.

Un día, muy hundido, fue a una iglesia que estaba abierta y vacía. “Me senté y le dije a Dios: ‘Dios, yo no puedo más; si existes ayúdame’.

La casera que salía durante la noche

“Esos días me di cuenta de una cosa que me intrigaba. Mi casera, Alinne, salía muchas noches a las 2 de la madrugada. Yo no sabía donde iba. Y era raro, porque con el frío y la nieve de Canadá tenía que descongelar el coche, conducir con mucho frío, era muy incómodo. Al cabo de dos meses, me animé y le pregunté: “¿adónde vas a esas horas?” “A la adoración nocturna”, me dijo Alinne. “¿Qué es eso”?, pregunté. “Bueno”, dijo ella, “ven y lo verás”.

“Así que la acompañé una noche. Llegamos a una capilla donde unos religiosos mantenían adoración permanente. Yo me senté junto a la puerta, para escapar si las cosas se ponían feas, una costumbre que uno toma cuando ha pasado por la Marina”.

Y entonces pasó algo insólito que Serge explica con sus propias palabras.

Una experiencia mística

“Miré al altar, donde todos miraban, donde estaba la luz. Yo era aficionado a la fotografía. Y no vi pan. Lo que yo veía allí, donde todos miraban, era una imagen del rostro de Cristo que sangraba de una manera terrible. Era una imagen fija, y en negativo, un negativo fotográfico”.

Serge recalca que él entonces no sabía nada de doctrina ni de adoración eucarística. Nadie le había dicho qué era aquello, nadie le había enseñado que, según la doctrina católica, en el Pan está Cristo mismo. Él no recordaba esa enseñanza de su infancia, ni nada sobre adoración eucarística.

“Oye, Alinne”, dijo Serge a su amiga. “No veo la utilidad de venir aquí a las 3 de la madrugada a adorar a un negativo fotográfico en medio de algo que brilla”.

Ella le miró. Le preguntó a qué se refería Serge. Y cuando él explicó lo que veía, ella se echó a llorar. Cuando Serge lo explica en enero de 2013 en la 1ª Jornada de Pastoral de Toledo, años después, no puede evitar emocionarse y se le quiebra la voz.

“Al día siguiente volví con Alinne a la adoración, y hablamos y entonces entendí que lo que me había pasado era especial, que Dios me había hablado”.

Serge ahora ya tenía fe. Se había encontrado con Cristo y con la Iglesia. Su vida interior cambió y siguió acudiendo a la adoración.

Fuente: ReL