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[notification]Fray Agustín María del Santísimo Sacramento, OCD, nació bajo el nombre de Hermann Cohen (1821-1871) en una próspera familia judía. Sus talentos humanos lo convirtieron en un músico brillante que encandilaba en la sociedad parisina. Pero Jesús-Hostia tenía para él un llamado muy superior.[/notification]

hamburgo hermann cohen
Postal de Hamburgo en el siglo XIX

Hermann Cohen nació en Hamburgo (Alemania) el día 10 de noviembre de 1820 en el seno de una acaudalada familia hebrea. Sus padres, David Abraham Cohen y Rosalía Benjamín, se esmeraron en proporcionarle una cuidada educación, y estando especialmente dotado para la música, recibió una exquisita preparación, de forma tal que tocaba diestramente el piano a los 6 años, y, desde los 12, era concertista.

Liszt Hermann Cohen
Franz Liszt

Su madre consiguió ayuda económica de nobles para llevar a su hijo a París. Una vez allá, sin embargo, el Conservatorio le cerró las puertas. Nuevamente su madre supo cambiar la situación. Acudió al gran pianista Franz Liszt con la esperanza de convencerlo a aceptar como pupilo a Hermann. Liszt, aunque húngaro de origen, había convertido a París en su hogar y desde allí había cobrado fama como el mejor pianista de Europa. En un primer momento el músico se mostró renuente a las peticiones de la madre. Pero la prestancia y el talento del muchacho lo conquistaron; no sólo le dio lecciones, sino que lo hizo su discípulo predilecto.

Por la misma vía Hermann conoció la frívola sociedad parisina y a las figuras del recién nacido Romanticismo literario y musical. Se codeó con Víctor Hugo, Lamartine, George Sand, Fréderic Chopin, cautivando a todos. En esta época conoció también una de sus peores debilidades, el juego, entregándose a él con vehemencia.

La bendición que lo cambió todo

Un viernes de mayo de 1847, cuando Cohen contaba veintiséis años, su amigo el príncipe de la Moscowa le pidió muy encarecidamente que le sustituyera en la dirección de un coro de aficionados que había de actuar en la iglesia de Santa Valeria, dentro de los cultos del mes de María. Hermann Cohen consideró que no podía negarse y acudió puntualmente al templo…

El coro, bajo la batuta de Cohen, actuó con toda normalidad, pero cuando, en el momento final del acto, el sacerdote dio la bendición con el Santísimo, experimentó “una extraña emoción, como remordimientos, por tomar parte en la bendición… Sin embargo, la emoción era grata y fuerte, y sentía un alivio desconocido.” Era su “camino de Damasco”.

Desconcertado, volvió a la iglesia los viernes siguientes y, siempre que el sacerdote bendecía con la custodia a los fieles arrodillados, experimentaba una emoción tan inenarrable que habría llorado abundantemente si el respeto humano no lo hubiera retenido. No sabía cómo explicar estas emociones desconocidas, extraordinarias, que se apoderaban de él siempre en las mismas circunstancias.

Meses después la gracia lo esperaba en la iglesia de Ems, en Alemania, a donde Hermann se había trasladado para dar un concierto. Era el 8 de agosto y asistía a la Misa: “En el momento de la elevación, sintió de pronto, a través de sus párpados, un diluvio de lágrimas que no cesaban de correr abundantemente a lo largo de sus mejillas. Mientras las lágrimas le estaban así anegando, de lo más profundo del pecho, le surgían los más dolorosos remordimientos por toda su vida pasada…. Al salir de esta iglesia de Ems, era ya, de corazón, cristiano.”

Una nueva vida con la brújula de Cristo

Pasado el mes de mayo, sin saber el motivo del fuerte sentimiento que lo dominaba, volvía cada domingo a Santa Valeria para asistir a Misa. Su camino hacia la conversión fue largo pero firme: renunció a su vida anterior, soportando el abandono y burlas de sus amistades mundanas que no comprendían tamaño giro.

Hermann conoció a un sacerdote llamado Legrand, quien lo acogió benévolamente y le fue dando una sólida formación cristiana. Necesitó poco tiempo para aprender cuanto era necesario y el día del bautismo se fijó para el 28 de agosto en la capilla de Nuestra Señora de Sión.

Al recibir el bautismo tomó el nombre de Agustín María Enrique. Hablando de los sentimientos que experimentó ese día, comentó: “…de pronto, mi cuerpo se estremeció y sentí una conmoción tan viva, tan fuerte, que no sabría compararla mejor que al choque de una máquina eléctrica. Los ojos de mi cuerpo se cerraron al mismo tiempo que los del alma se abrían a una luz sobrenatural y divina. Me encontré como sumido en un éxtasis de amor”.

La semillas de la Adoración Eucarística

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Iglesia de Nuestra Señora de las Victorias, París, en donde comenzó la Adoración Nocturna.

Hermann Cohen se sentía especialmente atraído por los templos en los que se exponía el Santísimo Sacramento. Un día entró en la iglesia del convento de las Carmelitas y se puso a adorar a Nuestro Señor en la custodia, sin darse cuenta de la llegada de la noche. Era noviembre. Una monja dio la señal de cerrar la iglesia. Fue necesario un segundo aviso. Entonces, Hermann dijo a la religiosa: “Saldré de aquí cuando lo hagan aquellas personas que están al fondo de la capilla”. “No saldrán en toda la noche”, respondió la Hermana. Cohen protestó, porque quería quedarse también, pero ante la inflexible respuesta de la Hermana, tuvo que salir.

Este episodio plantó una semilla en su corazón. Se dirigió a casa de Mons. De la Bouillerie y le dijo: “Acaban de hacerme salir de una iglesia, en la que unas cuantas mujeres estarán toda la noche ante el Santísimo Sacramento…”. Monseñor le respondió: “Bien, tráigame hombres y le autorizaré a imitar a esas buenas mujeres, cuya suerte ante Nuestro Señor envidia Ud.”

Hermann, feliz con la respuesta, se puso inmediatamente en acción. Uno de los primeros inscritos fue el conde Raimundo de Cuers, capitán de fragata y gran amigo de Cohen, quien más tarde se unió a Pedro Julián Eymard en la fundación de la Sociedad del Santísimo Sacramento (Padres Sacramentinos). Fueron en total 19 hombres reunidos en torno a Mons. De la Bouillerie el 22 de noviembre de 1848 en casa de Hermann Cohen. Un fragmento del acta de ese día dice: “… con la intención de fundar una asociación que tendrá por objeto la Exposición y Adoración Nocturna del Santísimo Sacramento, y la reparación de los ultrajes de que es objeto”.

La primera noche de Adoración se celebró el 6 de diciembre de 1848 en el Santuario de Nuestra Señora de las Victorias, de París. Hoy una placa de mármol perpetúa el recuerdo de esta fundación. A partir de este momento, la Adoración Nocturna se expandió rápidamente por las parroquias de París y de otras ciudades francesas.

El carmelita infatigable

El 6 de octubre de 1849, Hermann ingresó en el Carmelo, donde tomó el nombre de Agustín María del Santísimo Sacramento. Un año después, el 7 de octubre de 1850, hizo su profesión religiosa. A partir de entonces, dedicó su vida a la expansión de la Adoración Nocturna, a difundir la devoción al Santísimo Sacramento y a la fundación de conventos del Carmelo. Mantuvo frecuente contacto con el Santo Cura de Ars y con el padre Pedro Julián Eymard.

El padre Cohen no predicó ningún sermón sin hablar del misterio inefable de la Eucaristía, a lo que se había comprometido con un voto especial, al que fue siempre fiel, así como de la Virgen María, por la que sentía una profunda devoción.

Más tarde, en 1862, el padre Cohen fue enviado a Londres a fundar un Carmelo.

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Estampa del Padre Hermann Cohen

El 15 de octubre, fiesta de Santa Teresa de Jesús, el Carmelo nacía en una casita cedida por las religiosas de la Asunción. El 6 de agosto, a un año de la llegada de Cohen a Londres, la Adoración Nocturna Inglesa celebró su primera vigilia en la capilla del Carmelo de Kesington. En poco tiempo, la Adoración Nocturna se extendió por gran parte de las islas.

Cohen dejó Londres el 27 de mayo de 1865 e inició sus viajes apostólicos a Ruan, Rennes, París, Prusia, Berlín, Londres, Irlanda, Paray-le-Monial, Roma, Geuzot, Rodez, Valencia de Francia, Montélimart, etc.

En mayo de 1870 el Padre Cohen, que se había retirado por un tiempo a la vida eremítica, fue nombrado Definidor y Maestro de Novicios. Pero, tras la Guerra Franco-Prusiana que estalló violentamente ese mismo año, con una dolorosa derrota francesa, se vio obligado a salir de Francia. Se instaló primero en Montreux, Suiza. Poco después se dirigió a Prusia para cuidar de los prisioneros franceses. Fue nombrado capellán de Spandau (Berlín), en donde se hacinaban 5.300 miserables. Entregado a su apostolado de consuelo, el carmelita no conocía el descanso: predicaba, confesaba, repartía ropas y alimentos, visitaba a los enfermos, sobre todo, a los internados en lazaretos atacados por la viruela, enfermedad que acabó contrayendo él mismo.

El día 15 de enero de 1871, ante el avance de la enfermedad, recibió la extremaunción. El día 19 se confesó y comulgó por última vez, permaneciendo largo tiempo en acción de gracias. A la mañana siguiente, 20 de enero de 1871, dejó de existir. Se había dormido dulce y santamente en los brazos del Dios por el que su corazón no había dejado de latir desde el feliz instante en que lo conoció.


Fuente: Adaptado desde la obra de Charles Sylvain, “Hermann Cohen, apóstol de la Eucaristía”, editada por José María Iraburu. Pamplona, 2005.