Por Inés Contreras, adoradora de la Capilla de Adoración Perpetua del Obispado de Villarrica

Mi vínculo con la Capilla de Adoración Perpetua en Villarrica ha sido una travesía espiritual que ha marcado un antes y un después en mi vida. En un momento de gran desesperanza tras perder mi empleo, sentí que todo lo que conocía se desmoronaba a mi alrededor. Fue entonces cuando encontré consuelo en la adoración al Santísimo Sacramento del Altar. Aquel encuentro con Cristo fue un punto de inflexión, un renacer en medio del caos que transformó mi perspectiva.

La Capilla se convirtió en un refugio donde podía expresar mis inquietudes más profundas ante el Señor. Cada vez que entraba, experimentaba una sensación de paz que no lograba hallar en ningún otro lugar. La adoración al Santísimo me llenaba de una presencia reconfortante que me recordaba que no estaba sola en mi lucha. Fue a través de ese encuentro que empecé a encontrar significado en la adversidad y a creer que Dios tenía un plan más grande para mí.

Este viaje espiritual no solo me brindó consuelo, sino que reavivó mi fe y renovó mi esperanza. Descubrí que al adorar al Santísimo Sacramento, no solo estaba contemplando un simple símbolo religioso, sino que estaba experimentando la presencia viva de Cristo en mi vida. Esta experiencia me permitió enfrentar la pérdida de trabajo con valentía y determinación, confiando en que Dios me guiaría hacia un nuevo camino lleno de posibilidades.

Hoy, mirando hacia atrás, no puedo sino agradecer a la Capilla de Adoración Perpetua por ser el lugar donde encontré el amor y la paz de Cristo en medio de las tormentas. Mi relación con Dios se ha fortalecido enormemente, y la adoración al Santísimo sigue siendo mi ancla en tiempos de incertidumbre.

Esta travesía me ha enseñado que incluso en los momentos más oscuros, la luz de Cristo puede iluminar nuestro camino y llevarnos a un renacer espiritual que transforma nuestras vidas de maneras inimaginables.