loader image

san-agustin-de-hipona

Oh Jesús, redención, amor y deseo nuestro,

yo os invoco y clamo a Vos con un clamor grande

entréis en ella y la ajustéis

y unáis tan bien con Vos

que la poseáis sin arruga ni mancha alguna;

pues la morada en que ha de habitar un Señor tan santo como Vos,

muy justo es que esté limpia.

 

Vos habéis fabricado este vaso de mi corazón;

santificadlo, pues;

vaciadlo de la maldad que hay en él,

llenadlo de vuestra gracia,

y conservadlo lleno

para que sea templo perpetuo y digno de Vos.

 

Dulcísimo, benignísimo, amantísimo,

carísimo, potentísimo, deseadísimo,

preciosísimo, amabilísimo y hermosísimo Señor,

Vos sois más dulce que la miel,

más blanco que la nieve, más suave que el maná,

más precioso que las perlas y el oro,

y más amado de mi alma que todos los tesoros y honras de la tierra.

 

Pero cuando digo esto, Dios mío, esperanza mía,

misericordia mía, dulzura mía,

¿qué es lo que digo?

Digo, Señor, lo que puedo y no digo lo que debo.

¡Oh si yo pudiese decir lo que dicen y cantan

aquellos celestiales coros de ángeles!

¡Oh cuán de buena gana me emplearía todo en vuestras alabanzas,

y con cuánta devoción, en medio de vuestros predestinados,

cantaría mi alma vuestras grandezas,

y glorificaría incesantemente vuestro santo nombre!

 

Como no hallo palabras para glorificaros

dignamente os suplico no miréis tanto a lo que ahora digo,

cuanto a lo que deseo decir.

Bien sabéis Vos, Dios mío,

a quien todos los corazones están manifiestos,

que yo os amo y quiero más que al cielo y a la tierra

y a todas las cosas que hay en ella.

Yo os amo con grande amor y deseo amaros más.

 

Dadme gracia para que siempre os ame cuanto deseo y debo,

para que en Vos solo me desvele y medite,

en Vos piense continuamente de día;

en Vos sueñe de noche;

con Vos hable mi espíritu,

y mi alma siempre platique con Vos.

Ilustrad mi corazón con la lumbre de vuestra santa visitación,

para que, con vuestra gracia y vuestra dirección

camine yo de virtud en virtud.

Os suplico, Señor, por vuestras misericordias,

con las cuales me librasteis de la muerte eterna,

que ablandéis mi corazón,

y que me abracéis con el fuego de la compunción,

de manera que merezca yo ser cada hora vuestra hostia viva.

 

Agregar un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *