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Anunciar y dar testimonio es posible únicamente si estamos junto a Él, como Pedro, Juan y los otros discípulos estaban en torno a Jesús resucitado, como dice el pasaje del Evangelio; hay una cercanía cotidiana con Él, y ellos saben muy bien quién es, lo conocen. El Evangelista subraya que “ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor” (Jn 21,12).

Y esto es un punto importante para nosotros: vivir una relación intensa con Jesús, una intimidad de diálogo y de vida, de tal manera que lo reconozcamos como “el Señor”.

Papa con Custodia

¡Adorarlo! El pasaje del Apocalipsis nos habla de la adoración: miríadas de ángeles, todas las creaturas, los vivientes, los ancianos, se postran en adoración ante el Trono de Dios y el Cordero inmolado, que es Cristo, a quien se debe alabanza, honor y gloria (cf. Ap 5,11-14).

Quisiera que nos hiciéramos todos una pregunta: Tú, yo, ¿adoramos al Señor? ¿Acudimos a Dios sólo para pedir, para agradecer, o nos dirigimos a Él también para adorarlo?

¿Qué quiere decir adorar a Dios? Significa aprender a estar con Él, a pararse a dialogar con Él, sintiendo que su presencia es la más verdadera, la más importante de todas.

Adorar al Señor quiere decir darle a Él el lugar que le corresponde; adorar al Señor quiere decir afirmar, creer que únicamente Él guía verdaderamente nuestra vida; adorar al Señor quiere decir que estamos convencidos ante Él de que es el único Dios, el Dios de nuestra vida, el Dios de nuestra historia.

Papa Francisco, Homilía, Santa Misa en la Basílica de San Pablo Extramuros (14 /04/2013)