Sor Emmanuel Maillard nació en 1947 en Neuilly-sur-Seine, en el área metropolitana de París. De joven llevó una vida muy agitada, siempre persiguiendo todo aquello que el mundo pudiese ofrecerle. Sin embargo, nada de ello llenaba su corazón, y buscando algo más se enredó en adivinos y esoterismos hasta perder completamente la ilusión por vivir. Sumida en la desesperanza, programó su suicidio para un día a las cinco de la tarde. Tenía 25 años.
Solo una hora antes, sin embargo, durante una oración carismática junto con el grupo que frecuentaba, una mujer que no la conocía descubrió a todos que alguien entre ellos se encaminaba hacia la muerte. Tras su sorpresa inicial, habló con ella y eso fue el inicio de su conversión, al hallar un inmediato consuelo en la oración que varios de los presentes hicieron por ella. Así lo describió años después: “Tenía cita con la muerte pero, a la hora D, quien había acudido a mí había sido el Dios vivo, y no la muerte. Mi pobre existencia en ruinas fue entonces abrazada por la vida. Sentí al Buen Pastor cerca de mí, había descendido al fondo de mi sórdida fosa y me había sacado de allí, tomando sobre su propio cuerpo mis heridas de muerte. Sentía que su vida corría dentro de mí como un torrente de delicias. ¡Todo mi ser estaba sumergido en la alegría de una resurrección!”
Los frutos de Medjugorje
Hoy Sor Emmanuel es religiosa de la Comunidad de las Bienaventuranzas y vive en Medjugorje, cuyo mensaje difunde activamente en todo el mundo. Recientemente estuvo en Italia y recorrió la región de la Emilia Romaña abarrotando varios templos con sus charlas.
Tras una de ellas, en San Martino in Rio, Andrea Zambrano le hizo algunas preguntas para La Nuova Bussola Quotidiana, una de ellas sobre la labor de monseñor Henryk Hoser, enviado especial del Papa para elaborar propuestas pastorales respecto al fenómeno Medjugorje: “Vio los frutos de Medjugorje, y está contento de haber tocado con sus mano la obra que ha hecho la Virgen”, respondió Sor Emmanuel.
Según Sor Emmanuel, el secreto de la cantidad de gente que visita el lugar de las apariciones es la oración: “Veo cargas que se arrastran, peticiones, súplicas. La primera vez vienen para pedir, pero la segunda vuelven para rezar. Esto es muy hermoso. La adoración que tiene lugar tres días a la semana irradia amor verdadero y misericordia. Nos alimenta, y atrae a los fieles como la miel a las abejas”.
“Si tuviese que explicarle a alguien que no cree quién es la Virgen, ¿qué le diría?”, pregunta Zambrano: “Una madre. Una madre que ama mucho. Hoy muchos están heridos por la ausencia de la madre, por la ausencia del amor. Muchos niños sufren porque no tienen a su mamá en casa. Un niño, para estar bien en el mundo, debe contar con su madre, con su mirada amorosa. Las personas entran en crisis porque no se sienten amadas y como algo precioso para su madre”.
A esa madre del cielo se la conoce “en la oración”, dice, en particular con “la meditación de los misterios del Rosario”.
El camino del retorno a Dios por vía de la Adoración
“Creo que la falta de oración explica la trampa en la que hemos caído hoy”, añade: “Si rezas, ves la mano del Señor en todo, desde la comida al trabajo, ves la Providencia en todas partes porque estás con Él. El corazón se inserta en un diálogo entre amigos que se hablan mutuamente. Y esto vale para todos. ¡Cuántas veces he visto a personas que se han convertido después de cuarenta años! La gracia de la conversión les ha dado la posibilidad de darse cuenta de cuántas veces la mano de Dios les ha protegido incluso cuando estaban alejados”.
Para descubrir a Dios, el camino mejor lo constituyen “la oración y la adoración eucarística”, porque con ellas “Dios te llena y esta presencia es real, te alimenta”. Y la misa, pero recordando lo que es, un sacrificio: “Hoy la gente no sabe lo que es la misa. Y así es imposible entrar en el misterio de Dios. Es el Calvario, y es rechazado. Pero aunque se lo rechace, la realidad sigue siendo la misma. Si no creo, el problema es mío, no de la misa”.
Los niños, “mártires” de la situación de la familia
Sor Emmanuel dibuja un panorama preocupante del apartamiento de Dios en el mundo actual: “Basta mirar la realidad… Estamos en un punto donde el mal está tan activo que ataca a los niños en las escuelas. No pueden evitar ser envenenados: programas satanistas, impuros, la pornografía… Estamos ante una vertiginosa carrera hacia el mal”.
“Cada vez que oigo hablar de una nueva ley”, añade, “es un paso adelante hacia la destrucción del plan de Dios sobre la humanidad. Estamos en plena guerra espiritual entre la luz y las tinieblas. Divorcios, traiciones, pornografía… Las personas conviven como si tal cosa, pero es un pecado grave, y sin embargo todos lo hacen. Los adulterios se han normalizado y los niños son mártires. Todo esto ‘mata’ a los niños, a nuestros pequeños”.
No se puede esconder la verdad: “Quien toma una mujer distinta a la suya es un adúltero, la Palabra de Dios no puede cambiarse. Podemos no escucharla, pero ahí sigue. Sin embargo, muchos jóvenes llegan al matrimonio después de haber hecho miles de experiencias”.
Un consejo a los novios
A ellos les explica que “castidad es una palabra bellísima e indispensable para comprender el orden divino”, y les da un consejo: “Que no se casen porque estén enamorados, sino solo si tienen en común la fe y un proyecto para vivir juntos la unión divina. A los esposos les digo a menudo que deben volver a creer que cuando entraron en la iglesia para casarse eran dos, pero que después de los votos, de la iglesia han salido tres. El problema es que ese tercero, que es el verdadero Esposo, no está entre ellos”.
E insiste en la oración como camino imprescindible para devolver el mundo a Dios: “Hemos equivocado el concepto de diálogo. Dialogamos de manera humana, demasiado humana, pero así perdemos el tiempo y hacemos el juego al enemigo. La oración es mucho más eficaz. Cuando veo todas estas energías invertidas en este falso diálogo, invito a rezar más: porque la oración es mucho más eficaz, con ella tenemos el alimento cotidiano de la Palabra de Dios, que nos ilumina y nos descubre el plan de Dios”.
Fuente: Cari Filii