Han transcurrido siete meses y medio –229 días y 5.496 horas– desde que comenzamos esta hermosa aventura de estar ante el Señor las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana.
Al comienzo algunos dudaban y estaban escépticos. ¿Resultará, no será un desafío muy grande, la gente vendrá, serán constantes, qué sucederá en las noches, en el invierno, los días feriados, Fiestas Patrias, Navidad, Año Nuevo, en las vacaciones? Y preocupaba la seguridad, ¿no será peligroso, será necesario tomar algunas medidas para resguardar el Santísimo y a la gente? Y en medio de todas estas dudas, cuestionamientos y escepticismo partimos con la campaña “Regálale una hora a la semana a Jesús Sacramentado”.
La primera maravilla de Dios, fue que en un comienzo se inscribieron 450 fieles: niños, jóvenes, adultos y adultos mayores, que le dijeron sí al Señor, y hoy son 615 quienes siguen diciendo sí al Señor.
Me ha maravillado también, ver la generosidad y el amor de los fieles al Señor. Ni el frío, ni la lluvia, ni los temblores, ni la distancia han sido motivos para faltar. Me impresiona ver cuán puntuales y responsables son para llegar al encuentro con Jesús. En todo este tiempo Jesús nunca ha estado solo. Cómo oran, cómo sus almas recobran vida y entusiasmo por las cosas del Señor. Me recuerda las palabras de Santa Teresa, “quien no ora su alma se tulle”. Cuántas almas ante el Santísimo han reafirmado su fe y han salido del estado de adormecimiento espiritual mediante el encuentro personal con Él.
La tercera maravilla ha sido escuchar muchos testimonios de gratitud, gozo, alegría y milagros que el Señor ha hecho en la vida de tantos adoradores, y cómo el Señor les ha cambiado sus vidas y la de sus familias. Y a cuántos que, por diversas razones, se habían distanciado de la Iglesia, hoy el Señor los ha traído de vuelta como al hijo pródigo.
La cuarta maravilla es constatar cómo los mismos adoradores se han ido transformando en misioneros del Santísimo Sacramento en sus ambientes y cómo van trayendo ante la presencia del Señor a otros que lo van conociendo y experimentan su cercanía y amor, no importando la distancia y lejanía de sus hogares. Cuántos vienen de lejos, o en las madrugadas llegan y se van a pie. ¡Qué tiene el Señor que es capaz de esto y mucho más!
La quinta maravilla es que los adoradores perpetuos son cien por ciento fieles laicos y solo un sacerdote, quienes no solo asisten a su hora semanal, sino que además sienten la necesidad de venir varias veces durante la semana porque el Señor les ha hecho comprender que lo más importante que podemos hacer en la vida es estar ante su presencia.
Quisiera terminar esta breve y sencilla reflexión recordando las palabras de San Pablo, “sean siempre agradecidos con el Señor”. Hoy le digo al Señor, gracias por este inmenso regalo que le has dado a esta comunidad durante estos siete meses y medio, 229 días y 5496 horas de adoración ante su presencia.
Padre Rodolfo De la Cruz
Párroco de San José de La Calera, diócesis de Valparaíso
Capilla de Adoración Perpetua