Por María Elena Monge y Pedro Naveillan, matrimonio.

“Para María Elena y para mí, como a cada uno de los adoradores, cada una de nuestras horas Santas nos regala ese tiempo precioso con Jesús en el que Él se nos entrega entero y nos envuelve en un abrazo de amor profundo donde sentimos como Él conoce cada uno de nuestros pensamientos, sentimientos, miedos y alegrías, también podemos ir sintiendo como trabaja con “martillo y cincel” para transformar nuestro corazón de piedra en un corazón de carne que sea capaz de dejarse amar por Él, de amarlo a Él y que salgamos a mostrar su rostro para que todos nuestros hermanos aprendan a amarlo.

Desde esa experiencia personal que nos mueve, nos conmueve y nos interpela, el haber vivido la experiencia de un Encuentro Nacional de adoradores fue grandioso. Conocimos tantas experiencias nuevas en Capillas de Adoración que nunca se nos habría imaginado que existían como la de El Castillo, la de Puente Alto o en lugares tan remotos como Los Sauces en la novena región. Pudimos conocer a tantos hermanos que generosamente compartieron con nosotros en oración, Adoración y convivencia, compartiendo con alegría y amor nuestro común amor por Jesús.

En un Encuentro Nacional de adoradores, logramos ser Adoradores en salida desde que conocemos más allá de nuestra Capilla y de nuestra comunidad de adoradores. Dejamos de vernos “el ombligo” y aprendimos a abrir los ojos a la preciosa cantidad de Capillas y de Adoradores que doblan rodilla, al igual que nosotros, con realidades muy diferentes unas de otras, donde Jesús nos regala Su amor, Su luz y nos llama a todos a ser portadores de Su luz para todos nuestros hermanos, especialmente para aquellos que aún no han tenido la oportunidad de dejarse amar por Él y de enamorarse de Él como nosotros.

Estar enamorados de Cristo, ponernos de rodillas ante Dios, dejarnos amar y sabernos amados por Él, nos lleva a tener una preciosa responsabilidad de reconocerlo en nuestro prójimo y que ese prójimo pueda ver en nosotros el rostro de Cristo. Con Pedro recordamos nuestro Encuentro Nacional de Adoradores con una infinita alegría. Pusimos nuestras vidas y nuestra vocación en manos del Señor y tuvimos el privilegio de aprender tanto de quienes conocimos ahí.

Nuestra recomendación es, sin dudarlo un segundo: ¡Vive la experiencia de un Encuentro Nacional de adoradores tantas veces como puedas, seguro te enamorarás más de Jesús!”